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Nuestra Madre
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Felici Prosperi A principios de 2017, el sacerdote Felice Prosperi, quien reside en la ciudad de San Ginesio, provincia de Macerata, visitó La Santa Montaña y tras recorrer el lugar celebró una misa en La Santa Peña. Su inspección de esos lugares santos, la lectura de varios libros relacionados a la visita de Mamita y sus conversaciones con devotos, en especial Natividad Ruiz Medina, propietario de los terrenos donde ubica La Santa Peña y Luis Herrera, un ex discípulo de la otrora Asociación Pública Pía Siervos de Nuestra Madre, lo conminaron a escribir un poema dedicado a Nuestra Madre. El mismo ha sido reproducido a continuación. MAMITA DE LA SANTA MONTAÑA(Yo soy Vuestra Madre, Nuestra Señora del Carmen) Puerto Rico en la Montaña Grande hazaña y portento
Tras del viento y el huracán
No hay pan ni vivienda
Muy tremenda es situación
Bien ladrón y prepotente
A la gente muy sencilla
Pobrecilla analfabeta
Cual su meta y creencia
Devoción arraigada
Muy Amada es María
En la vía montañosa
Asombrosa: Bella Nena
Hora Buena apareciste
¿Te perdiste? No hijitos
Jibaritos Nuestro Padre
Vuestra Madre que lo soy
Desde hoy voy viviendo
Construyendo una casita
Mi chocita en la montaña
No se extraña el pueblo mío
Brota el río un manantial
Es panal de dulce miel
Al fiel puertorriqueño
El diseño Trinitario
El falsario Protestante
Intrigante hacendero
Con esmero hasta muerte
De tal suerte la Señora
Es Aurora y Profecía
Con María Buena Hora
> Elena Santiago, 60 años de edad, residente de San Antonio, Texas. “En marzo de 1995, los médicos del Ejército [de Estados Unidos] en San Antonio [Texas,] diagnosticaron que padecía de esclerosis múltiple.” “Sentí los primeros síntomas de la enfermedad en diciembre de 1994. Tenía pesadas las extremidades del lado izquierdo del cuerpo, la lengua adormecida y luego sin movimiento alguno. Tampoco podía pararme y veía todo nubloso.” “El 5 de enero de 1995, cuando me di cuenta de que no podía levantarme, llamé a mi esposo, Rafael Ramos Ramos, master sergeant, first class [sargento mayor primera clase] del Ejército y que en esos momentos se encontraba en un adiestramiento y me dijo que me fuese de inmediato al hospital militar.” “En el hospital me hicieron una serie de exámenes y hasta me pusieron una vacuna de tétano, ya que no daban con la enfermedad que padecía. Regresé a casa y después de pasar dos semanas en cama, una amiga me llevó al hospital de Lackland [Texas,] y allí me hicieron un MRI [las siglas en inglés del término Magnetic Resonance Imaging, un examen médico basado en imágenes de resonancia magnética] a manera de emergencia. En ese hospital me hicieron además muchos análisis y me sacaron líquido de la espina dorsal.” A los dos días de estar recluida en el hospital, los médicos me informaron que en los exámenes aparecían muchas células dañadas en el cerebro y me dijeron que padecía de esclerosis múltiple. Vine a Puerto Rico [las palabras anteriores – que posicionan a la señora Santiago en la isla – se deben a que la declarante hizo el relato durante un viaje a Puerto Rico y ante varias personas que se encontraban en el manantial de La Santa Montaña] para conseguir una segunda opinión médica. El neurólogo que visité tenía la oficina en Hato Rey y confirmó el diagnóstico de los doctores de Texas.” “Desde el momento en que caí en cama, le pedí a la Madre de Dios, a la Virgen Santísima, que de la misma forma en que [ella] recibió a su hijo magullado en sus brazos después de ser bajado de la cruz, que me ayudara a levantarme. Le prometí que si lo hacía, que si me mantenía en pie, lo primero que yo haría sería ir a La Santa Montaña a darle las gracias.” “Nunca quise aceptar el tratamiento contra la esclerosis múltiple, que es uno de por vida, porque los médicos me explicaron que el tratamiento, que es a base de inyecciones y pastillas, es para estancar los síntomas y la enfermedad, no para curarla. Además, ya los médicos me habían dicho que la esclerosis múltiple es una enfermedad progresiva e incurable.” “En mayo de 1995 comencé a dar pasos y en cuanto me sentí un poco más fuerte, le dije a mi esposo: ‘Me voy para Puerto Rico a darle las gracias a la Madre de Dios. Bajé hasta el manantial junto a mis cinco hermanas a dar las gracias.” “Cada cuatro años voy a
una revisión médica porque me dan debilidades y a veces me siento muy mal, pero creo que se trata de
que estoy entrando en años. Estando en una de estas revisiones, para enero
o febrero de 2012, me examinó la doctora Ford, que es una neuróloga en el
Hospital Brooke, que forma parte de un complejo médico que tiene el
Ejército en San Antonio. La
doctora
Ford me dijo que no parecía que tuviese esclerosis múltiple por lo
bien que me veía. Esa doctora me hizo una batería de exámenes, pero no fue
hasta junio de 2013 que la llamé para saber los resultados. No pudimos
vernos y cuando por fin nos encontramos fue para finales de 2014.”
“Enseguida le pregunté
la razón por la que no me había llamado en todo ese tiempo para decirme
cuales habían sido los resultados de los exámenes y me contestó que era
porque yo había decidido no someterme a tratamiento y que sólo iba a una
revisión médica anual. Fue en ese momento que me informó que: ‘No veo seña
alguna de que tengas esclerosis múltiple y lo que reflejan los últimos exámenes
es que padeces de artritis. Estoy sumamente sorprendida por esto, ya que
todos los exámenes anteriores reflejaron que eres una paciente de
esclerosis múltiple.’ Por eso y por muchas otras cosas en que la Madre de
Dios ha intervenido a mi favor es que cada vez que vengo a Puerto Rico
visito esta gruta [el manantial en La Santa Montaña.]”
Claribel
Rivera Jiménez, 56 años de edad, residente de Caguas, “Mi primer hijo, Luis
Enrique Piñeiro, nació en 1988 y poco después de su nacimiento, el
cardiólogo pediátrico doctor Fernández, quien laboraba en el Hospital San
Pablo de Bayamón, tras examinarlo, me informó que padecía de una
enfermedad conocida como ‘corazón grande.’ Me explicó el doctor que según
creciera el nene, el corazón se le iba a ir poniendo más y más grande y
que si a los seis meses no se detenía el crecimiento, habría que someter a
mi hijo a una cirugía de corazón abierto.”
En esa época mi
esposo, Enrique R. Piñeiro, era fiscal y yo era agente del
Negociado de Investigaciones Especiales [conocido por sus siglas, NIE] y
no ganábamos mucho dinero; estábamos pela’os y no podíamos pagar ese tipo
de operación.”
“Un amigo de mi esposo llamado Pedrín
se presentó en casa y le contamos nuestra situación. La respuesta
de Pedrín fue que había ido a La Santa Montaña y se había convertido. Nos
exhortó a que fuéramos allá porque estaba seguro de que el Señor iba a sanar al
nene.”
“Nuestra vecina,
Magdalena Soto, una devota de la Virgen María, y su esposo, Trífido del
Río fueron con nosotros a La Santa Montaña el día antes de la evaluación
médica final del nene, que ya había cumplido los seis meses de edad. En aquella
época no había un camino en cemento hasta el manantial, sino un camino
lleno de fango cuesta abajo, pero logramos llegar con el nene hasta el
manantial. Oramos allí y recogimos agua. Magdalena cogió el nene y lo
subió hasta la imagen de la Virgen del Carmen que está allí y se lo presentó.
Mientras ella hacía eso, el nene estaba riéndose.”
“Al día siguiente llevé
al nene a la cita médica para la evaluación final y le hicieron
un electrocardiograma. Noté que el médico puso una cara bien seria cuando
le entregaron el resultado y luego ordenó que hicieran otro electro.
Cuando le entregaron el resultado del segundo examen, se viró hacia mí y
me dijo: ‘Señora: su nene no tiene nada.’ ¡No podía creerlo! Salí de
allí riéndome y llorando porque algo tan grande había pasado.”
Juana
Reyes Moyet, 69 años de edad, años de edad al momento de la declaración inicial, residente
de San Lorenzo, Puerto Rico.
El 15 de noviembre de
1982, el diario El Vocero (San Juan,) publicó una crónica bajo la
línea de autoría del periodista Rubén Darío Rodríguez, en la que la
sanlorenceña Juana Reyes Moyet, de 37 años de edad y residente del barrio
Quebrada Honda, aseguró haber recobrado milagrosamente la voz, cuyo
uso había perdido totalmente por razones desconocidas desde mayo de 1981.
Desde entonces, se comunicaba con su esposo, José A. Hernández y sus tres
hijos mediante la emisión de sonidos guturales.
Reyes Moyet relató que:
“El jueves, [12 de noviembre de 1982] mientras estaba lavando [ropa,] salí
un momento a la sala y le pregunté a mi esposo: ‘¿Qué vas a hacer, te vas
a quedar ahí todo el día sin arreglar la guagua de tu cuñado?’ Él se sorprendió
y me preguntó qué [era lo que] yo le decía por tres o cuatro veces [y] yo
le respondí nuevamente lo mismo.
“Le pregunté:‘¿No me entiendes?’ El
abrió los ojos y me dijo: ‘Mujer, ¿no te das cuenta [de] que estás
hablando?’ ‘¡Seguro que me doy cuenta! ¿No sabes que anoche fui sanada por
la Madre de Dios?’”
Según contó el esposo
de Juana, en el hogar y en todo el barrio “eso fue algo del otro mundo.”
>El reportaje señala además que Reyes Moyet
acudió a “más de una decena de médicos” en el área de Caguas y en el
Centro Médico en Río Piedras sin que ninguno diera con la causa de
su enmudecimiento.
“Pienso que creían que tenía cáncer. Por
último, me refirieron a un psiquiatra. Pero ninguno pudo, con su ciencia y
sabiduría, devolverme el habla... Desde que perdí la voz en mayo de 1981
estuve de tratamiento en tratamiento. Me dieron terapia del habla,
pero todo lo que hicieron, aunque estoy muy agradecida de los médicos, no
fue suficiente. Tenía que ir a La Santa Montaña,” dijo Reyes Moyet.
Luis Herrera, 48 años de edad, residente de Toa Alta, Puerto Rico.
Herrera, un ex discípulo
de la otrora Asociación Pública Pía Siervos de Nuestra Madre, con sede en
La Santa Montaña, indica que: “Desde temprano en la noche del sábado, 28
de septiembre de 1985, los tres discípulos [de la Asociación Siervos de
Nuestra Madre, bajo la dirección] del padre Jaime [Reyes] permanecimos en
oración y vigilia toda la noche cerca de la casita de Nuestra Madre, en
preparación para la ceremonia de consagración e inauguración de la
casa-santuario en La Santa Montaña de San Lorenzo [pautada para el
domingo, 29 de septiembre en horas de la mañana.]”
“En la madrugada detectamos una nube de niebla
que se posó cerca de la casita [de Nuestra Madre] y de la que por buen
rato prendía [en la parte superior] una luz sumamente brillante. Ninguno
de nosotros llevaba consigo una linterna portátil o quinqué y en el área
no había ningún poste [del alumbrado eléctrico] del que prendiera una
bombilla, ninguna luminaria y ningún tipo de farol u otra fuente de luz,
ya fuese eléctrica o generada por gas o fuego. Luego se escucharon
cánticos de procedencia desconocida, por lo que todos quedamos arrobados y
caímos de rodillas al suelo.”
“En horas de la mañana
nos trasladamos a la iglesia para llevar a cabo los preparativos para la
ceremonia de dedicación [del templo] y cuando llegamos al área del altar
descubrimos que el todo el piso estaba cubierto con un material sumamente
parecido al llamado cabello de ángel con que se adornan los árboles de
Navidad. Cada vez que intentábamos recoger lo que solamente puedo
describir como cabello de ángel para removerlo del área o guardar
muestras, el material se deshacía totalmente al toque de la mano humana.
No quedó rastro del material en ningún sitio. Más tarde encontramos el
mismo material sobre todo el piso de la casita-santuario y al tocarlo o
intentar recogerlo, se desintegró.”“Horas después, cuando monseñor Enrique
[Hernández Rivera, entonces obispo de la diócesis de Caguas y oficiante
principal de la ceremonia de dedicación del santuario] entró a la
habitación de la casita-santuario donde Nuestra Madre dio su cambio para dar comienzo
a la ceremonia, cayó sobre su cabeza un chorro de agua cuya procedencia era
desconocida, ya que el techo de la habitación es plano y no había allí ningún
recipiente con agua. No es probable que hubiese sido agua atrapada entre el
techo de la habitación y el primer piso de la estructura, ya que la misma
estaba acabada de construir, no había una sola grieta en el cemento y
tampoco había llovido la noche anterior. Después de concluidas
las ceremonias, bromeamos con monseñor diciéndole que ese día fue bautizado
por segunda vez“.
Durante mis años como discípulo en La
Santa Montaña muchas personas se acercaron a nosotros [se refiere a sí
mismo y a sus dos compañeros discípulos de la asociación,] para indicar
que en el área a la vera derecha del inicio del Camino del Ángel [que
conduce al manantial del santuario,] frente a la palma de coco sembrada
por Elenita de Jesús, habían escuchado voces cantando a coro.
“Si fuese a hablar de las cosas que presencié
en La Santa Montaña, tendría que escribir un libro.”
Clotilde Martínez, “Don Cloto’ 72 años de edad, residente de Caguas, Puerto Rico
Desde
hace poco más de dos décadas, don Cloto, como cariñosamente lo conocen los
peregrinos que visitan La Santa Montaña, ha estado ejerciendo la misión
de orar por las personas que se allegan cada domingo al manantial que hizo
brotar Nuestra Madre. Para ello, se traslada a La Santa Montaña desde su
hogar en el barrio Borinquen de Caguas.
“Llegué
a La Santa Montaña en 1981. En esa época oraba y rezaba el rosario todos
los días, pero un día le dije a Dios que iba a continuar orando, pero que
no iba a volver a rezar el rosario a diario. Seguí visitando La Montaña,
y cuando los niños [videntes, 1982] de Cidra tuvieron sus encuentros, la
Virgen me tocó el corazón y me dijo: ‘De hoy en adelante vas a rezar
cuatro rosarios al día.’”
En 1993,
el entonces rector del Santuario Diocesano Nuestra Señora del Carmen, el
sacerdote Edward Santana, le solicitó a don Cloto que se presentara los
domingos en el manantial para que dirigiera a los peregrinos en el rezo
del rosario.
“Eso hice
durante varios meses hasta que se presentó un grupo de [la ciudad de]
Ponce. Me pidieron que orara por ellos y como no contaba con el permiso
del padre [Santana,] me negué a hacerlo. Insistieron varias veces para
que les orara diciendo: ‘Es usted al que le toca orar por nosotros’ y
otras tantas me negué porque no estaba autorizado [para hacerlo.]
Finalmente se fueron y yo me sentí tan avergonzado de haberles negado la
oración y de que se hubiesen ido tristes, que cuando me quedé solo en
el manantial, me puse a hablar con Dios y le dije: ‘Señor, de hoy en
adelante al que me pida que le ore, lo haré. Si estoy actuando de una
forma que no es de tu agrado, por favor, házmelo saber.’ Desde entonces he
orado por muchas, pero que “De lo
que doy fe es que son miles las personas que han ido a La Santa Montaña y
se han personado en el manantial en busca de sanación de enfermedades de
todo tipo y que muchas, pero que muchas de ellas se han sanado allí mismo
de esos males. Me refiero a los males del cuerpo y a los males
espirituales.”
“Antes
de orar por las personas rezamos el santo rosario. A veces las personas se
ponen a cantar himnos [religiosos] entre los misterios o al terminar de
rezar el santo rosario. Luego voy una a una y les pregunto qué los lleva
al manantial. Luego oro por cada una. He visto a muchas personas salir de
allí sanadas. Yo no soy el que sana. Es Dios quien sana a través del
bálsamo [agua del manantial] que nos dejó Nuestra Madre. Yo hago lo
que Dios y la Virgen me han pedido que haga y si alguien me quiere sacar
del manantial por cumplir ese mandato, ¡que me saquen!”
María Lucía Sánchez, 54 años de edad, residente en Naranjito, Puerto Rico.
El testimonio a continuación fue entregado por escrito y se transcribió ad verbatim. Para el año 1984 era una joven de 25 años que estudiaba Derecho en la Universidad de Puerto Rico y tenía muchas dudas en cuanto a lo que iba a hacer en el futuro. Para mediados de ese año, José Candelario Rivera, una amigo al que llamamos Cheíto, me habló de un lugar en la cordillera del Bosque Carite donde la devoción a la Virgen María era muy grande. Cada fin de semana cuando llegaba a la casa de mis padres era lo mismo: aparecía Cheíto a hablarme de esa montaña en que ocurrían muchos prodigios. Un día, con un tanto de cinismo le dije: “Cheíto, ¿por qué hablas tanto de esa montaña? ¿Acaso para amar a la Virgen hay que subir allí?” No obstante, en mi interior una voz decía: “¡Calla, calla!; no sabes…” Desde entonces y sin haber subido a La Santa Montaña, no dejaba de hablar de la misma. El 12 de octubre de 1984, Su Santidad Juan Pablo II visitó la isla y entonces sí que se colmaron mis inquietudes: asistía diariamente a misa, confesaba frecuentemente y me embriagaba de continuo un sentimiento de profundo vacío, así como un gran deseo de aceptar la voluntad de Dios. Fue así como la montaña de la Virgen se convirtió en un ansia y sentía que allí Dios me esperaba con respuestas. >En diciembre de 1984 subí a la que llaman La Santa Montaña y antes de siquiera llegar experimentaba un gozo que no comparo con nada en el mundo. Allí me encontré con mi Señor y su voluntad por la intercesión de Mamita Elena. Durante todo el mes de diciembre prácticamente iba a diario a La Santa Montaña desde mi pueblo de Naranjito, a pesar de que eran varias las horas de camino para allegarse a ese santo lugar. Yo no tenía auto y por supuesto, Cheíto y su esposa Eva me llevaban. ¿A qué íbamos a esa montaña remota, fría y pobre? Hoy sé que era a encontrarnos con ella, con Mamita Elena, pues sentíamos que ella nos instruía personalmente en lo que es conocer, desear y cumplir la voluntad de Dios. Todo en La Santa Montaña habla de Dios: las palmeras, la brisa, la lluvia, el frío, el calor y los animales. Para 1984 la capilla era una choza, los caminos eran de barro y llovía tanto, tanto… Sin embrago, el cansancio no cansaba, el hambre no agobiaba, Dios bastaba… Allí no existían estratos sociales, ya que el médico y el abogado recibían lecciones de humildes campesinos que conocieron a Mamita o de aquellos cuyos padres fueron discípulos de Vuestra Madre. Además, se compartían los alimentos y trabajábamos en armonía. Durante muchos años se cumplió la escritura: los discípulos de Mamita nos conocíamos por el amor que nos profesábamos. Desde que fui por primera vez a La Santa Montaña me descalcé y durante más de un año caminaba sin zapatos por todos los lugares. Nunca me herí los pies o me enfermé pese a la gran cantidad de piedras y de fango que había en el lugar. Como los caminos eran de barro y llovía tanto, éstos eran resbalosos y me caía muchísimo. En fin, que no hubo camino por el que “no rodara,” pero nunca me hice daño y siquiera recuerdo haber tenido moratones en el cuerpo pese a que en ocasiones mis caídas fueron aparatosas. A principios de enero de 1985 tenía que despedirme de mis viajes diarios a la Montaña Santa ya que regresaría a la universidad a retomar mis estudios. Solamente me faltaba un semestre para terminar la carrera de Derecho y la pregunta que constantemente formulaba era: ¿qué quiere Dios; qué quiere Dios? El fin de semana previo a mi retorno a la universidad me llevaron a conocer a Joaquina, una ancianita quede niña había estado con Mamita dentro de la casita que la última había ordenado construir en La Santa Montaña a manera de residencia. Me habían advertido que Joaquina era muy especial porque el Señor le había concedido el don de “orar en lenguas.” Yo estaba inquieta y lo único que quería saber era lo que Dios quería de mí…” Pese a que Joaquina era una ancianita, poseía un alma infantil que repetía lo que vio y lo que oyó decir a Mamita Elena. Durante todo el tiempo que estuvimos en la humilde casita, en mi interior le pedía a Mamita que me dijera lo que el Señor quería; que no me dejara regresar a mi casa sin saberlo. Al momento de despedirnos de Joaquina hicimos un círculo para orar que estaba compuesto por Cheíto, su esposa Eva, la hija de los primeros dos, Kamalia, un amigo llamado Willie [Colón], una hermana de Joaquina llamada Lorenza, la propia Joaquina y yo. En determinado momento Joaquina comenzó a hablar en un idioma que desconozco mientras acariciaba el bracito de Kamalia y le dijo muchas cosas en ese idioma. Luego se volteó y mirándome dijo muchas cosas en ese idioma. Lo único que dijo en español fue: “MONJITA.” Tras decir esta palabra, Joaquina volvió a la “normalidad.” Todos nos miramos asombrados y yo le dije a mi Señor: “¡Tú lo quieres; yo lo quiero!” El problema era: ¿Cómo decirles a mis padres que luego de siete años en la universidad y a punto de terminar una carrera en Derecho, me iba de monja? Esa misma noche les contaría lo sucedido y Cheíto me acompañaba. Era alrededor de las 11:00 p.m. cuando llegamos a mi casa. Nos sentamos en la sala de mi hogar: mi mamá, mi papá, Cheíto y yo y entonces comencé. Comencé a narrarles lo que me pasó. Mi mamá, Ester, una mujer piadosa pero muy práctica y me dijo: “¡Ay Marilú, tú eres tan sanana!1 Esa señora te dijo muchos disparates y tú crees que esas palabras provienen de Dios.” Con insistencia, yo le decía: “Mami, Joaquina es una santa; ella estuvo con Vuestra Madre.” >De pronto, Cheíto gritó: “¡Calla y dime lo que oyes!” Yo le contesté: “¡CAMPANAS!” En esos momentos sobre mi casa ‘había un gran campanario’ y esas campanas repicaban como nunca las he vuelto a escuchar en mi vida. Yo estaba tan impactada que temblaba de pies a cabeza y creía que se iba a acabar el mundo. Nosotros habíamos escuchado que Vuestra Madre había dicho que si escuchábamos campanas subiéramos a La Montaña porque algo grande estaba pasando. ¿Volver? ¡Acabamos de regresar de allí! Cheíto me dijo: “Si Eva las escuchó, regresamos.” Cheíto se fue para su casa y al preguntarle a Eva, ésta dijo que no las oyó, por lo cual no regresamos esa noche. Mi papá comenta que esas campanas las tañían en un Club de Leones que estaba relativamente cerca, pero eso era ilógico porque nunca hubo campanario en ese lugar. Mi humilde casa está en un barrio de Naranjito llamado Cedro Abajo, localizado lejos de la capilla rural del entorno y de la iglesia parroquial y en ésta las campanas no tañían desde la muerte del sacristán, que era quien sabía hacerlo. Regresé a la universidad y terminé el semestre que me faltaba de la carrera de leyes. No obstante, mi decisión estaba tomada: poco después (1986) y junto a otras jóvenes, hice Consagración de Virgen al servicio de Jesús en el Santuario Diocesano Nuestra Señora del Carmen en La Santa Montaña. Como consagradas comenzamos a vivir en comunidad en el barrio Quebrada Lajas, una de las laderas de La Santa Montaña. Éramos pobres pero nunca nos faltó nada. No teníamos carro, pero siempre fuimos diariamente a Misa en el Santuario. >Nuestro trabajo en el Santuario era la oración, encargarnos del mantenimiento de las capillas y la hospitalidad de los peregrinos. Las tareas más humildes hechas por amor. La oración en el Santuario siempre es una experiencia íntima con Nuestro Señor y Nuestra Madre. Más o menos para el año 1987, el rector del santuario, P. Jaime Reyes, nos enseña a meditar unos misterios del Rosario a los que llamaba: “Apostólicos.” El padre nos instruye en que el Rosario es la meditación de la vida de Jesús y que Mamita Elena le “dio” unos misterios que nos ayudarían en la meditación de la Vida Pública de Jesús. Ella justificaba la necesidad pues se iba desde la Infancia a la Pasión sin meditar los 3 años de vida apostólica. Los misterios apostólicos son: 1. El Bautismo de Jesús en el Río Jordán 2.La Elección de los Apóstoles 3.La Prédica y los Milagros de Jesús 4.La Transfiguración de Jesús 5. La Institución de la Eucaristía Nosotras, las religiosas, incorporamos el rezo diario de los misterios apostólicos, en realidad rezábamos los 20 misterios del rosario. Como parte de nuestro hábito, vestíamos una camándula que incluía los 20 misterios, no los 15 tradicionales. El rezo de estos misterios se hizo parte de la oración de peregrinos del santuario. Luego S.E.R. Mons. Enrique Hernández los promulga para la iglesia particular de Caguas con motivo de la celebración del jubileo de plata de la fundación de la diócesis. Años más tarde, el 16 de octubre de 2002, Su Santidad Juan Pablo II promulga para la Iglesia Universal los misterios “Luminosos” en la carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae.” El 16 de octubre de 2002 fue presentada la carta apostólica del Papa Juan Pablo II “Rosarium Virginis Mariae” (“El Rosario de la Virgen María.”) El punto más destacado fue la inclusión de cinco nuevos misterios en el Rosario. El Papa, al explicar esta decisión en el documento define el Rosario como un “compendio del Evangelio” orientado “a la contemplación del rostro de Cristo” con los ojos de María a través de la repetición del “avemaría.” Ahora bien, constata en los quince misterios del Rosario (cada día se contemplan cinco misterios rezando en cada uno diez avemarías) faltaban hasta ahora momentos decisivos de la vida de Cristo. Por ese motivo, consideró “oportuna una incorporación, que si bien deja a la libre consideración de los individuos y de la comunidad, les permita contemplar también los misterios de la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión.” Los misterios apostólicos se diferencian sólo en el nombre y en el orden de los misterios segundo y tercero. El segundo de los apostólicos es el tercero de los luminosos y el segundo de los luminosos es el tercero de los apostólicos. En cuanto a la diferencia en el modo de enunciarlo, es el modo de catequizar de Mamita Elena; ella sabe que estos jibaritos boricuas no hablan latín y nos los nombró facilitos para que los entendiéramos. El día que me enteré de los misterios luminosos, “brincaba en un solo pie” y me dio tanta nostalgia de que S.E.R. Mons. Hernández no se enterara de esto antes, ya que tanto pidió señales de quien era Elenita; bueno, el cielo sabe porqué hace así las cosas. la década de los 80 y los 90 el número de peregrinos [que llegaba a La Santa Montaña] era tan grande que fue necesario organizar el ministerio de la hospitalidad para los fines de semana en particular o tiempos como la Cuaresma y la Semana Santa. El rector del santuario, padre Reyes, OSB, me dio la dirección de ese ministerio, por lo cual tuve la oportunidad de compartir establemente con peregrinos servidores durante años. ¿Quiénes eran estos servidores? Personas que se sentían llamados a la oración y al servicio de la Iglesia, cientos de personas que estaban deseosas de hacer lo que se les indicara. En el santuario de la Virgen del Carmen podía estar de servicio en el portón de entrada un médico junto a un ama de casa y dos campesinos o en las tres cruces o en el manantial. Estas personas ayudaban a los peregrinos y oraban con ellos. No había inconformidad por lo humilde del servicio, por el contrario, el buen ánimo era común entre todos los servidores. Para los que vivíamos en el Santuario y para quienes peregrinamos a él, lo extraordinario era lo normal. Las sanaciones físicas de cáncer, corazón, parálisis; emocionales, muchas mujeres que no podían tener hijos y luego de pedirlo a la Virgen quedaban embarazadas, etc. Nadie llevaba cuenta ni se escribía acerca de ellas, por lo cual no tengo datos de muchas de las que me enteré. Muchos de los peregrinos que recibieron las sanaciones volvieron a dar testimonio, otros no lo hicieron pero no enteramos por acompañantes. Sin embargo, lo más impactante e importante eran las conversiones. Conocí tantas personas que como yo fueron transformadas. Supe de conversiones inmediatas: adúlteros que se transformaban en esposos modelos; drogodependientes que lograron liberarse del vicio; alcohólicos que dejaron la bebida; de matrimonios destrozados que se reconciliaron; muchos buenos que querían ser mejores; muchos que murieron santamente. Quiero enfatizar, para los que vivíamos en el Santuario y quienes peregrinamos a él, lo extraordinario era lo ordinario. Siempre había regocijo de los prodigios que ocurrían, pero realmente el corazón no se apegaba en éstos, sino en quien los prodigaba. Yo nunca vi a nadie en éxtasis, jamás lo estuve, pero sé que Ella hablaba al corazón de todo el que la llamaba. Muchas personas tenían visiones, sueños con ella, tanto en Puerto Rico como fuera de la isla, pero sabíamos que lo importante era lo que esos hechos provocaban en el alma, no los sucesos en sí mismos. Nunca hubo estudio formal de los milagros, pero sé de personas que están dispuestos a que se estudien sus experiencias. Yo, como una pobrecita hija del Señor, me amparaba en el discernimiento evangélico: “por los frutos los conoceréis.” >La Montaña es santa porque Mamita Elena está allí según lo prometió y es quien lleva las almas a Jesús. Quienes la hemos conocido amamos profundamente a la Iglesia, no queremos dejar de ser católicos, por el contrario, obedecemos la Iglesia aunque no crean en nuestras experiencias. No hemos creado una secta, sino muchos grupos de oración que están en distintos pueblos de Puerto Rico, desde donde se nutre nuestra fe y se fortalece la Iglesia. La mayoría de los peregrinos son servidores en distintos movimientos parroquiales y si examinan la piedad y la caridad de los mismos, podemos ver como Jesús ha tocado esas vidas. Los peregrinos de La Santa Montaña creemos en lo que dijo Mamita Elena: “cuando tengan una necesidad, suban a la Montaña.” Subimos a La Montaña y dejamos en ella nuestras preocupaciones, enfermedades, dudas, pecados y celebramos los sacramentos, nos reunimos con los hermanos a orar, revitalizamos nuestra fe y bajamos a nuestros hogares, a nuestras parroquias a vivir nuestra vida ordinaria al estilo de los seguidores de Jesús. Los que hemos conocido a Mamita Elena discernimos cómo sus profecías se cumplen tal y cual lo dijeron los que gozaron de su presencia. Al igual que sus discípulos, tenemos tal veneración por la Virgen, que no queremos añadir ni quitar nada, pues sabemos que quien dice mentiras trabaja a las órdenes del maligno. Quien peregrine a la Santa Montaña va a experimentar la Comunión de los Santos, no hay distancia entre el cielo y la tierra. *En el campo se les llama sananas a las personas muy inocentes y de poco discernimiento. Pedro Vélez Adrover, 66 años de edad, residente de Aguada, Puerto Rico. “Al artista de mi pueblo al que le encargaron hacer el dibujo de Elenita de Jesús [Nuestra Madre] para inclusión en el libro ¿Lobos o Ungidos? se le había dado la descripción detallada de los rasgos físicos generales y de la cara de Elenita según la describieron los testigos oculares entrevistados por el padre Jaime [Reyes.] No obstante, al joven, que es muy buen dibujante, por más que trataba, no le salía el bosquejo.” “Llevaba así varios
días, cuando una noche la cuñada del artista se presentó en mi casa a eso de las ocho a
buscarme porque algo inusitado había pasado en la casa del joven. Debido
a que la persona que me fue a buscar estaba sumamente nerviosa, salí de mi
casa como estaba, en T-shirt, [camiseta playera] pantalones cortos y
chancletas. Fue la primera vez que salí así a la calle en mi pueblo.”
“Mi residencia está
ubicada en la Calle Marina del casco [urbano] de Aguada y la casa del
artista está en el barrio Cruces, que es a unos 20 minutos de la mía.
Mientras nos dirigíamos hacia el barrio Cruces, la cuñada del artista me
explicó que desde hacía un día una paloma blanca hermosísima se encontraba
posada en el balcón de la casa del artista y que miraba fijamente al joven
todo el tiempo.”
“Poco antes de que
fueran a buscarme, los [habitantes] de la casa habían visto un resplandor
impresionante, algo parecido a una bola de fuego, en el balcón de la casa
y asustados decidieron contactarme, ya que siempre estoy en las cosas de
la iglesia; conduzco rosarios, preparo la iglesia del pueblo para las
misas dominicales y las grandes festividades, coordino la procesión de la
Virgen del Espinar y todos los años se me encomienda la novena y el
itinerario de la visitas que hace a las casas de sus devotos la imagen de
nuestro patrón, Pancho [San Francisco de Asís.]”
“Cuando llegamos al
Barrio Cruces y me dispuse a entrar a la casa, vi la paloma, que era
preciosa, en el balcón. La paloma extendió las alas de forma majestuosa y
voló hacia el alero del balcón y se posó allí. Entramos a la casa y
enseguida les dije a los que estaban allí que nos pusiéramos a orar.
Rezamos la Coronilla de la Divina Misericordia, el Santo Rosario y la
Salve.”
“En cuanto terminamos
de rezar, la paloma extendió las alas con una fuerza enorme y salió
volando en medio de un inmenso fulgor. Cuando la paloma se fue, el artista
automáticamente se sentó e hizo el boceto y le quedó igual a las
descripciones de Elenita.”
“Tal parece que la Virgen se ocupó de inspirar al joven para
hiciera bien su semblanza.”
La
paloma que apareció en la casa del artista de Aguada, ubicada
en el barrio Cruces de dicho municipio. Foto por: Wilfred Vázquez, tomada
el lunes, 19 de noviembre de 2012 a las 9:54 pm.
Héctor Negrón Medina y Madeline Santos Camacho, residentes de Guaynabo,
Puerto Rico.
Este matrimonio
indicó que mientras Madeline se desempeñaba como asistente administrativa
en una empresa bancaria en el sector Tres Monjitas de Hato Rey
[suburbio de San Juan,] fue víctima de maltrato emocional y acoso por
parte de ejecutivos bancarios y un contratista de agencias de cobro por
negarse a ser sobornada a cambio de guardar silencio en torno a un fraude
monetario que evidenció.
“Un ejecutivo me amenazó
y casi me roza la nariz con su dedo índice mientras movía su mano frente a
mi cara. Me sentí humillada, atemorizada y emocionalmente me sentía muy
mal. Comencé a llorar sola casi todos los días porque no podía defenderme.
Soporté todo eso porque amaba mi trabajo. Poco a poco le fui perdiendo el
amor a mis labores y llegué al punto en que no quería llegar a la oficina,
porque, para colmo, mis compañeras me rechazaban debido a los celos
profesionales, ya que el puesto que yo ocupaba, que era descrito en el
banco como uno muy complicado que no todos podían llevar a cabo, fue
motivo de envidia de algunos compañeros,” relató Madeline.
La situación en el banco
se fue agravando y a eso del mediodía del 19 de julio de 2007, su esposo,
Héctor Junior Negrón, quien laboraba como coordinador de sistemas de
información en la entonces Telefónica de Puerto Rico, recibió una llamada
de la supervisora de Madeline solicitándole que se presentara de inmediato
en el banco porque su esposa había sufrido un colapso nervioso“Fui allá de
inmediato. La supervisora me condujo hasta una oficina y allí encontré a
Madeline con una gerente. Mi esposa estaba sumamente nerviosa, no decía
una palabra y lloraba sin parar. Era un llanto estremecedor porque era
silencioso. Madeline se limitaba a mirarme a los ojos buscando ayuda y
protección.”
“La supervisora me
indicó que había hablado con la división de Ayuda al Empleado del banco y
una persona estaba esperando a Madeline en el Centro Clínico Roig para
entrevistarla. Nos dirigimos hacia allá y mientras esperábamos que nos
atendieran, revisé los documentos que me habían entregado. En ese momento
me percaté que en los papeles que el patrono había llenado para el Fondo
de Seguro del Estado se mencionaba que Madeline manifestó que las
ganas que tenía era de entrarle a tiros a dos o tres en el banco y [luego]
pegarse un tiro.”
“Nos refirieron a la
siquiatra Dayra Fernández y en cuanto la doctora se dio cuenta que algo
fuera de lo común le había pasado a mi esposa, me dijo que Madeline
necesitaba ayuda siquiátrica de emergencia. No obstante, al percatarse de
los documentos de referido al Fondo del Seguro del Estado, me explicó
que tenía que llevarla allí y que si ellos no la podían atender, que
regresara Madeline
finalmente fue hospitalizada en dicha facilidad médica, que se especializa
en atender malestares emocionales y psiquiátricos, a la una de la
madrugada del 20 de julio. Poco después, Junior recibió una llamada
telefónica del doctor Efraín Del Valle, quien laboraba como siquiatra en
dicho hospital, para informarle que Madeline sufría una depresión severa y
mostraba síntomas suicidas. Le recomendó una terapia conocida
como electro-convulsiva, un tratamiento a base de sacudidas eléctricas.
“Accedí a que le dieran
ese tratamiento porque el doctor me aseguró que con esa terapia la
condición de Madeline iba a mejorar y que los efectos
secundarios consistían en una leve pérdida de memoria, además de que en
los papeles de autorización reconocí la firma de Madeline,” dijo JuniorLas terapias
comenzaron el primero de agosto y tras ser sometida a ocho de doce
procedimientos, a insistencia de Junior –quien se había percatado de que
Madeline pedía que le repitiera lo que le había dicho por teléfono el día
anterior y se sentía preocupado porque su esposa solicitó que le llevara
una foto de la familia porque ‘se me están olvidando las caras’–los médicos
dieron de alta a Madeline y accedieron a que recibiera las cuatro terapias
restantes de forma ambulatoria. “Madeline regresó a casa el 18 de agosto y
su [pérdida de] memoria se agravaba con cada día que pasaba. No recordaba
los nombres de las nenas y no las reconocía. No reconocía la casa, no
sabía lo que era un carro o un avión. La llevé al aeropuerto Muñoz Marín y
estacioné el auto en un lugar desde donde se puede ver la pista de
aterrizaje y quedó asombrada al enterarse que esos aparatos estuvieran en el
aire y con gente adentro. No sabía su nombre, bañarse o vestirse y había
que sostenerla para caminar. Tampoco sonreía. Perdió todo tipo de recuerdo
No sabía el nombre de, ni para que se utiliza un lápiz. No reconocía a su
propia familia: nuestras hijas o sus padres. Una de las pocas cosas que
recordaba era el médico que la atendió, porque mencionaba un ‘doctor alto,
blanco y de pelo negro.’ Lo mencionaba a cada rato,” dijo Junior.
El 23 de agosto, Junior
se personó con su esposa en la oficina privada del doctor Del Valle – el
médico ‘alto, blanco, de pelo negro’ que Madeline recordaba – con el
propósito de que el galeno observara la condición de la última. Del Valle
se dio cuenta de que Madeline sufría de pérdida total de la memoria y
al notificárselo a Junior, el último le informó que no autorizaría que
fuese sometida a las terapias electro-convulsivas restantes. Del Valle, quien
indicó que no encontraba explicación para la situación en que se
encontraba Madeline y cuya prognosis de recuperación para la paciente fue
poco alentadora, estuvo de acuerdo con la decisión de Junior y llamó al hospital
para suspender las terapias. Luego les dio una cita para 18 de septiembre.
El 24 de agosto Junior
llevó a su esposa al Fondo del Seguro del Estado, donde un médico se
limitó a evaluarla y les dijo que regresaran en dos semanas. El 26 de
agosto Junior llevó a Madeline a la residencia de los padres de ésta en
Ponce con la esperanza de que al verlos los reconociera. No fue así y
para desasosiego de todos, Junior se vio obligado a explicar a sus suegros
y a sus El 27 de agosto,
Madeline, que no hablaba, sino contestaba esporádicamente lo que le
preguntaba Junior con movimientos de la cabeza para indicar sí o
no, comenzó a proferir continuamente una palabra: “Montaña.” Junior sabía
a lo que se refería, ya que su esposa era devota de Nuestra Madre y frecuentaba
La Santa Montaña, pero, en vista a que él nunca había estado interesado en
siquiera saber sobre Elenita de Jesús, se limitaba a responder: “Si, ya
sé, quieres ir a La Santa Montaña. En algún momento iremos.” Sin embargo,
durante los siguientes días y hasta el sábado, primero de septiembre,
Madeline seguía diciendo esa única palabra: “Montaña.”
“Ese sábado Madeline
repitió la palabra muchas veces. Insistía en eso. ‘En algún momento te voy
a llevar,’ era lo que le respondía. Al día siguiente salimos de casa en la
mañana rumbo a Ponce. Quería llevarla otra vez a la casa de sus padres a
ver si los reconocía. Camino a Ponce, a la altura de la entrada hacia
Guavate, me entró un deseo inexplicable de subir a La Santa Montaña. No lo
pensé dos veces y cogí la salida para llegar al santuario vía
Guavate,” explicó Junior y a renglón seguido añadió:
“Cuando llegamos al
santuario, la misa estaba terminando. Mediante señas, Madeline me dijo que
la llevara a la iglesia. Como casi no podía caminar, iba sosteniéndola.
Estuvimos un buen rato frente al sagrario y Madeline no cesaba de llorar.
Al salir de la iglesia otra vez dijo: “Montaña” y comprendí que quería ir
a otras partes del santuario. Al acercarnos a la casita de Nuestra Madre,
como impulsada por algo, entró al caminito que da hacia la habitación
donde Elenita de Jesús dio su cambio; el que está al lado de una tarja.
Cuando llegó a la puerta, comenzó a tocar las paredes y la puerta sin
decir una palabra.”
Al salir de la casita de
Nuestra Madre, Junior y Madeline tomaron El Camino de Ángel y paso a paso,
con Madeline asida del brazo de su esposo, lograron llegar al manantial.
“No había nadie allí; solamente estábamos Madeline y yo. De
momento, llegó un grupo de personas, entre ellos don Cloto [Clotilde
Martínez, residente de Caguas] a quien yo no conocía y que luego me enteré
que es muy devoto de Elenita de Jesús y que visita el santuario a menudo.
Las personas que estaban con él comenzaron a orar, pero don Cloto tenía la
mirada fija en nosotros.”
“De pronto, don Cloto
comentó: ‘En este lugar hay cosas malas y las voy a sacar de aquí.’ Dicho
esto, cogió agua del manantial y la lanzó hacia una señora negra que
estaba allí y en cuanto el agua la tocó, la señora salió corriendo por el camino
y no la volvimos a ver. Entonces don Cloto dijo: ‘Ahora podemos orar con
más calma.’ El grupo siguió orando, pero don Cloto no apartaba la mirada de
nosotros. Luego me tocó el hombro y dijo: ‘Ya mismo estoy con ustedes.’
Poco después, comenzó a imponer las manos a varios de los que estaban allí. Al
acercarse a nosotros, dijo: ‘¿Cómo se llama ella?’ Le
respondí: ‘Madeline.’ ‘Voy a orar por ella,’ dijo don Cloto.”
“Don Cloto comenzó a
orar y luego sacó una botellita llena de agua del manantial y la vertió
sobre la cabeza de Madeline, que de inmediato cayó desmayada en mis
brazos. Don Cloto se acercó a ella y le pasó agua por la cabeza, las
piernas y brazos. Mientras hacía esto, los gestos de don Cloto denotaban
que algo le molestaba. ‘No te preocupes, que todo está bien,’ me decía
mientras seguía poniéndole agua a Madeline,” narró Junior.
Madeline despertó aturdida. Las oraciones
en el manantial continuaron y Junior, que deseaba llegar a Ponce con la
esperanza de que su esposa reconociera algún familiar, la instó a levantarse
porque ‘tenemos que seguir camino.’ Ella contestó: “Okey.”
“En ese momento no capté que Madeline me había respondido.
Cuando la ayudé a levantarse, dijo: ‘Nos vamos después que terminen de
orar.’ Ahí fue que noté que algo raro estaba pasando, porque Madeline
[anteriormente] no hablaba en oraciones completas. Cuando terminaron de
orar nos fuimos y para mi sorpresa, Madeline caminaba sin ayuda. A mitad
de camino vio una amiga y la llamó por su nombre: ‘¡Mira, esa es Eva, la
amiga de Cuqui!’ [Juanita Flores Mojica, una amiga de Madeline] y quedé
petrificado en el lugar porque Madeline había reconocido una persona que
yo no conocía.
“Al
encontrarse con Eva, se abrazaron y Madeline habló con ella como si
nada hubiera pasado. Aún no captaba lo que sucedía. Estaba anonadado. Al
llegar a la planicie, recibí una llamada de Cuqui informándome que estaba
camino del santuario y cuando le conté lo sucedido, ¡ahí fue que desperté
de mi letargo y me di cuenta que había sucedido un milagro!
“Enseguida llamé a las nenas para decirles
lo que sucedía. ‘Quiero que hablen con mami porque algo grande ha pasado
en la [Santa] Montaña y quiero que sean testigos de eso. Marlene y Melanie
hablaron “En lugar de dirigirnos a Ponce, regresamos a San
Juan. Madeline reconocía todo y a todos. Podía vestirse, cocinar,
bañarse, hablaba por los codos y sobre todo, había vuelto a sonreír.
Cuando le dijimos a sus padres lo que había sucedido, su mamá organizó una
fiesta el 16 de septiembre para darle gracias a Dios por el
milagro.”
“Cuando fuimos a la cita en el Fondo del Seguro del Estado
con la doctora Feliciano, quien había evidenciado la condición en que
encontraba Madeline antes de que fuésemos a la [Santa] Montaña y había hecho
las anotaciones correspondientes en el expediente médico de mi esposa, le
contamos lo que había sucedido en el manantial.”
“La doctora nos dijo que desde el punto de vista médico, la
curación de Madeline no tenía explicación, pero que como cristiana
entendía a la perfección lo que había sucedido. Nos dijo que en cuestiones
de fe, todo es posible, concluyó diciendo Junior.”
Annette Colón Sánchez, 56 años de edad, residente de San Lorenzo, Puerto Rico
La primera vez que fui a La Santa
Montaña fue el Viernes Santo de 1983 a raíz de que mis padres, Santos
Colón y María Elisa Sánchez, que residían en Bayamón, se enteraron de la
serie de apariciones registradas allí en 1982 y me llevaron con ellos. En
esa ocasión llevé a mis dos hijos. Estuvimos todo el día en La
Santa Montaña y fui testigo de una serie de manifestaciones de la luna esa
noche, que estaba en cuarto creciente pero brillaba como si se tratara de
un sol de mediodía.”
“Después de eso
regresé a La Montaña en muchas ocasiones y mis padres, mis hijos y yo
hacíamos vigilia en el lugar y compartíamos con personas
de diferentes pueblos de la isla. En 1985 me mudé a San Lorenzo con mis
hijos y luego mis padres compraron un solar en San Lorenzo, que es donde
hicieron una casita que es en la que residimos actualmente mi hermana
Nilda y yo.”
“La imagen que está a la entrada del
santuario la trajeron después de la inauguración del lugar. Dos semanas
antes de que llegara la imagen estábamos papi, mami, mis dos hijos y yo en
vigilia en Las Tres Cruces y cuando bajábamos de allí para regresar a casa
era de madrugada y en la escalera que conduce a la casita de Nuestra
Madre, en una palma que había a mano derecha, se formó como una nube o un
humito encima de la palma.”
“Al detenernos a
observar ese humo notamos que contenía la imagen de la Virgen [María]
sentada en un trono con el Niño [Jesús] sentado en la falda. No caíamos en
cuenta que era una manifestación mariana, pero al viento soplar, el pelo
de la Virgen se movió y todos nos dimos cuenta que se trataba de la
Virgen. Había allí también personas de diferentes pueblos y todos caímos
de rodillas. Le hablamos, le cantamos, le oramos y le tiramos piropos a la
Virgen.”
“No asociábamos a la Virgen del Carmen con
una imagen de María que estuviese sentada y decíamos que tal vez era
[Nuestra Señora, Madre de] La [Divina] Providencia, [patrona de
Puerto Rico,] pero notamos que el bebé no estaba acostado en la falda. Al
rato se abrió en el cielo oscuro un círculo sobre la Virgen y de allí
salieron rayos que bajaban en tres tiempos, o sea, bajaban un poquito,
luego bajaban un poco más y finalmente bajaban hasta alcanzarla a ella y a
nosotros y la iluminaban a ella y a nosotros. Eso ocurrió tres veces.
Luego la nubecita se fue desvaneciendo y al rato nos fuimos.”
“En otra ocasión
bajábamos papi, mami, mis nenes, mi tía paterna Jenny, mi prima Iniabelle
y yo hasta La Santa Peña a eso de las diez y media de la noche. No teníamos
linternas, ni velas, pero decidimos bajar hasta allí a oscuras. En un momento
dado no se veía nada y le pedimos a Vuestra Madre que nos iluminara el
camino. De repente apareció una paloma blanca cantando [arrullando] y
comenzó a volar en zigzag. El espacio por donde volaba se iba iluminando y
de esa forma llegamos a La Santa Peña. Cuando llegamos allí, la paloma se
posó sobre La Peña y luego salió volando hacia un caminito que hay a la
derecha de la parte de atrás de La Peña y allí se formó la Virgen de
Guadalupe. Caímos de rodillas y seguimos rezando el rosario hasta que
desapareció. Al terminar, de la misma forma que la Virgen nos iluminó
el camino para bajar, nos lo iluminó para subir.”
Ana Morales De Jesús, 75 años de edad, residente de Aibonito, Puerto Rico
“Mayra Soto, una joven amiga mía de
Aibonito tuvo un accidente de carro y quedó en una silla de ruedas por
dos años. Un día, eso fue en 1992, me dijo que la llevara a La Santa
Montaña y fuimos un martes. Al llegar a Cayey [la ruta motorizada de mayor
uso entre Aibonito y San Lorenzo es a través de Cayey,] el aguacero era
tan grande que parecía una tormenta, pero las dos, que íbamos solas en mi
carro, decidimos seguir adelante y llegamos a La Montaña bajo esa
tormenta.”
“El padre Jaime [Reyes] estaba en la casita
de Vuestra Madre con un sacerdote que había venido de Estados Unidos a
estar unos días allí. Ambos estaban orando y pedimos permiso para orar con
ellos. La muchacha estaba en pantalones cortos porque tenía una varilla en
la pierna izquierda y usaba muletas. De pronto vi un rosario en el muslo
de ella, pero mi amiga no lo veía. Llamé al sacerdote que acompañaba al
padre Jaime a ver si lo veía y dijo que no. Le conté que yo lo veía y él
comenzó a darle a mi amiga una cátedra sobre el rosario.”
“Cuando este
sacerdote terminó de hablar con mi amiga, subimos solitas a Las Tres
Cruces bajo la tormenta aquella. Le dije que se pegara del Crucificado y
me puse detrás de ella a orar. De pronto me di cuenta que detrás de mi
estaba el sacerdote de Estados Unidos, que se nos unió en oración. Cuando
terminamos, ella siguió caminando sola y dejó las muletas en Las Tres
Cruces.”
“Después de eso,
Mayra se casó, se fue a vivir a Guaynabo, tuvo hijos y ahora da clases en
un colegio católico de Guaynabo.”
“En otra ocasión,
fue para 1991, después de orar en el manantial [de La Santa Montaña] con
mi grupo de oración de Aibonito, comenzamos todos a subir por el camino
que lleva al estacionamiento para [abordar] nuestros carros. Yo iba
rezagada cargando unos galones [envases de plástico con cupo para un galón
– cuatro litros] que había llenado con bálsamo del manantial y cuando iba
a mitad del camino vi que bajaba un joven vestido de blanco de pies a
cabeza. Tenía puesta una camisa blanca, un pantalón blanco y un gabán
[chaqueta] blanco. ¡Hasta los zapatos y el sombrero eran blancos!”
“No se le veía bien la cara al hombre, que
era joven, porque llevaba puesto un sombrero de ala ancha, pero se veía
que era muy guapo. ‘¿Va sin luz?,’ le pregunté. El joven sólo me contestó:
‘Sí.’ Enseguida le dije: ‘¿Quiere que lo acompañe con mi
flashlight [linterna eléctrica portátil] hasta el manantial?’ Otra vez me
respondió que sí. El joven iba delante y yo detrás alumbrándole el camino.
Íbamos solos porque el grupo se había quedado en el camino esperándome,
pero ninguno se atrevió a bajar hasta el manantial.”
“Cuando llegamos al manantial, me dijo:
‘Yo solamente vine aquí a orar por mi mamá.’ Yo le dije: ‘Muy bien, vamos
a orar.’ El joven me puso las manos en los hombros y yo también hice lo
mismo y juntamos las dos frentes orando. Del joven emanaba un perfume tan
hermoso y tan rico que no pude descifrarlo. Ese perfume se quedó
[impregnado] en todo mi cuerpo.”
“Terminamos de orar y como sabía que yo iba
a tardar más que él en llegar al estacionamiento, le dije: ‘Por favor,
súbame los envases míos que están llenos de bálsamo,’ y el joven preguntó:
‘¿Dónde se los dejo?’ ‘Los puede dejar al lado de mi carro,’ contesté
y le describí mi carro. También le dije: ‘Pero me espera allí para
que tome café con nosotros.’ Me contestó: ‘Gracias, pero me voy enseguida
porque mi carro me está dando problemas.’”
V“Cuando llegué a donde estaba el grupo, que
ya había subido hasta [donde se estacionan] los carros, el joven no
estaba. Quise casi caerme muerta cuando les pregunté a mis compañeros si
habían visto al joven porque nadie lo vio. Mis compañeros me dijeron que
no habían visto a nadie subir por el camino, que no habían visto a nadie
llegar al estacionamiento, que allí no habían otros carros que los
nuestros, que no habían escuchado a nadie colocando galones en ningún lado
y que nadie había prendido un carro. Lo único que habían visto eran los
galones llenos de bálsamo junto a mi carro. Empecé a caminar por todo ese
santo lugar dándole gloria a Dios y pidiendo bendiciones para ese santo
lugar.”
“Mis compañeros me preguntaron sobre el perfume
que tenía puesto porque no lo habían detectado cuando llegamos a
La Montaña. Les dije: ‘Ese perfume es del joven que se pegó a mí para orar
y no me voy a bañar hoy para que no se me vaya.’ Mi vecina, Olga Camacho,
me dijo: ‘Ni yo tampoco porque me pegaste el perfume.’”
“Desde hace 32 años subo
a La Santa Montaña. Cuando estaba allí el padre Jaime [Reyes] subía tres
veces en semana porque los jueves me tocaba hacer La Oración
de Jericó a las nueve de la noche y asistía a misa allí los domingos. Ahora subo
allá los días ocho de cada mes a orar con mi grupo de Aibonito
[en conmemoración de] la fecha de la llegada de Vuestra Madre a Puerto
Rico porque ella llegó un ocho de agosto y también subo en días especiales
que son fiestas grandes de la Iglesia y cada vez que puedo.”
Reinaldo Meléndez Velázquez, 62 años de edad, residente
de Caguas, Puerto Rico.
“Mi abuelo materno, Juan Velázquez Claudio, natural y
residente del Barrio Real de Patillas, fue uno del grupo de discípulos
conocidos como Soldados de Vuestra Madre y ella lo llamaba Mi panal de miel por
la forma tan peculiar y dulce en que la llamaba ‘Mamita.’ En una ocasión,
Vuestra Madre le preguntó a mi abuelo:
‘¿Quien se puso la corona en La Santa Montaña?’
‘¿Quién si no la Virgen
del Carmen?,’ contestó él.”
‘¿Y cómo lo sabes?,’
inquirió ella.
La respuesta del abuelo no se hizo esperar:
‘Porque mis ojos la han visto.’”
“Varias de las hijas de mi abuelo pertenecieron al
grupo conocido como Las Niñas de Vuestra Madre. Mi mamá no formó parte de
ese grupo porque nació en 1913, cuatro años después de que Nuestra Madre
dio su cambio. No obstante, una de las hermanas mayores de mi mamá, la tía
Obdulia, que fue alcaldesa de Guayama entre 1952 y 1956, quiso ser una de
las niñas, pero Vuestra Madre le dijo a mi abuelo que se la llevara de
regreso a Patillas porque era muy pequeña, pero que más tarde la
necesitaría. En ese momento, Vuestra Madre le impuso las manos a
tía Obdulia cruzando los dedos en la parte trasera de la cabeza, estampando
de esta forma la obra que le correspondía hacer en La Santa Montaña.”
“La tía Obdulia nació en 1900 y a
temprana edad se casó con Nicolás Lorenzo, un [ex] comandante del ejército
español que había participado en la Guerra Hispanoamericana, por lo que era
mucho mayor que ella. Nunca tuvieron hijos y me contó tía que mientras
estuvo casada, en varias ocasiones escuchó una voz que le decía que
solicitara la obra de La Santa Montaña.”
“La tía Obdulia utilizó un sinnúmero de excusas para no
presentar la solicitud: que estaba casada, que no quería ir a un
lugar lleno de zarzas y espinas, etc. La solicitud no se la hacía ‘la voz’
todos los días, sino que a veces pasaba tiempo sin escuchar el reclamo, lo
que la tranquilizaba, pero cuando menos se lo esperaba, volvía a escuchar
la voz. Su esposo fue testigo de la recepción de estos mensajes, ya que en
varias ocasiones la observó de lejos mientras hablaba sola en la casa y
cuando le preguntaba quién era [su interlocutor] ella se mantenía en
silencio.”
“Debido a la insistencia de la voz, mi tía le
escribió una carta al párroco de San Lorenzo solicitando participar en la
obra de La Santa Montaña. Una vez redactó la carta dejó de escuchar la voz
y por eso decidió no enviarla y la engavetó.”
“Tiempo después de estar engavetada la carta, volvió mi
tía a escuchar la voz, ya en un tono más exigente. Esa vez le dijo: ‘Envié
a mi Madre a La Santa Montaña, ¿por qué no has de ir tú?’ Ahí tía no tuvo
más remedio que hacer lo que se le solicitó. Como respuesta, le mandaron una
carta entregándole la administración del lugar.”
“Tengo las notas de las reuniones que hacían en La
Santa Montaña en que tía aparece como presidenta del comité
de administración. Todos la reconocían a ella como la encargada del lugar.
Tía estuvo a cargo de La Santa Montaña hasta los años 80.”
“Para los años 70, Vuestra Madre le solicitó, a través de un
mensaje que le dio a doña María González, que vivía en La Santa Montaña y
era hija del discípulo Leorio González, que construyera una capilla
detrás de la choza donde había derramado su sangre. El mensaje fue: ‘Dile
a mi hija Obdulia que me construya una capilla.’ Doña María salió
corriendo del jardín y se quedó muda cuando llegó donde su marido y este
creyó que había sufrido un percance. Doña María se comunicó con él por
señas y salieron inmediatamente hacia Guayama a ver a mi tía. Cuando
llegaron a la casa de mi tía y [al] esta [última] pronunciar el nombre de
Vuestra Madre, doña María recobró el habla y le dio el mensaje. Tía vendió
parte de sus tierras y de sus pertenencias para poder hacer la capilla,
que costó unos tres mil dólares.”
“La carretera que pasa frente a La Montaña
se construyó por la intercesión de mi tía cuando fue alcaldesa de
Guayama [1952-1956,] ya que le insistió al gobernador [Luis Muñoz Marín]
que ordenara su construcción.”
Antonio Yagüe Antonio Yagüe, natural de España (1953,) es un geólogo y escatólogo que desarrolló la Hipótesis cronológica del fin de los Tiempos, al igual que la de La vida de Jesucristo. La última está basada en la astronomía sagrada, las revelaciones de santos y místicos católicos y las apariciones marianas.
Entre los libros de la autoría de Yagüe figuran los siguientes:
Cuenta además con dos canales de publicación de vídeos, uno en YouTube, al que se accede sin costo alguno y otro en Vimeo, que es mediante suscripción.
Yagüe visitó La Santa Montaña de Puerto Rico en dos ocasiones y ofreció conferencias sobre el tema en San Juan (la capital) ante un nutrido grupo de sacerdotes en la Parroquia San Jorge, ubicada en el sector conocido como Santurce y ante un grupo de ciudadanos en Vega Alta (municipio en la costa norte de la isla.)
Notas:
1. La 'escatologia' aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) como: conjunto de creencias v doctrinas referentes a la vida de ultratumba. En términos de la escatologia cristiana, la misma es (según aparece en Wikipedia:) "una rama de la teología cristiana conformada por las creencias escatológicas o de las 'últimas cosas' del cristianismo."
"La palabra 'escatología' proviene de dos palabras griegas que significan 'último' y 'estudio.' Se trata del estudio de las cosas finales, ya sea el fin de la vida individual, del fin de los tiempos o del fin del mundo, así como de la naturaleza del Reino de Dios."
"A grandes rasgos, escatologia se refiere al estudio del destino de la humanidad tal como se describe en la Biblia, la fuente primaria para cualquier estudio escatológico cristiano."
2. En el diccionario de la RAE aparece 'astronomía' como: ciencia que trata de los astros, de su movimiento y las leyes que los rigen. El término anterior no debe confundirse con 'astrología,' cuyo significado en el diccionario de la RAE es: estudio de la posición y del movimiento de los astros como medio para predecir hechos futuros y conocer el carácter de las personas.
A continuación se incluyen los enlaces a dos de los vídeos publicados por Yagüe en YouTube que hacen referencia a La Santa Montaña.
Para acceder al primer vídeo PRESIONE AQUI: Para acceder al segundo vídeo PRESIONE AQUI:
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